sábado, 17 de febrero de 2024

VOCALES Y CONSONANTES: ¿POR QUÉ?

Los sonidos producidos por el aparato fonador se dividen en dos tipos esenciales: las vocales y las consonantes. Esta división la hicieron, una vez más, los griegos; posteriormente, los romanos las calcaron, y desde entonces los dos nombres con que los conocemos en las lenguas modernas son calcos semánticos de los términos y conceptos que aquellos primeros filólogos manejaron.

Los griegos dieron a las vocales el nombre de φωνήεντα, adjetivo que literalmente significaba "sonoro", ya que deriva de φωνή "sonido", especialmente el articulado por el ser humano, es decir, "voz", sobre todo clara y fuerte, lo que en latín se decía vox (genitivo vocis), sentido originario y antiguo que aún se aprecia en la expresión castellana dar una voz a alguien, es decir, "llamarlo en voz alta desde lejos". Las vocales, son, por tanto, los sonidos que articulamos con voz sonora, alta y clara: a, e, i, o, u. Esto se debe a que el aire procedente de los pulmones sale por la boca con toda su energía, sin haber encontrado obstáculo ni en la faringe, ni en los dientes, ni en los labios, ni en la cavidad nasal, aunque sí las más débiles, la i y la u, parcialmente en la lengua. Si la úvula (campanilla), que es el extremo posterior del velo (cielo de la boca) se despega de la pared faríngea, entonces el aire procedente de los pulmones sale en parte por la boca, en parte por la nariz, produciéndose una vocal nasal que suena más débil que las orales, precisamente porque la fuerza del aire se disipa entre dos salidas, una de ellas, la nariz, muy pequeña (realmente doble, las narinas). Además, las vocales ofrecen otras dos particularidades que derivan de la primera: se pueden articular por sí solas, sin ayuda de otros sonidos, y su articulación puede mantenerse ininterrumpida por largo tiempo (durante varios segundos, los que cada persona sea capaz de aguantar hasta quedarse sin aire, antes de la siguiente inspiración).

En cambio, las consonantes se producen más débiles, debido a que el aire procedente de los pulmones, antes de salir al exterior, pierde fuerza al quedar obstruido, durante unas centésimas de segundo, con la lengua, la úvula, el velo, el paladar anterior, los alvéolos, los dientes, los labios; o bien al rozar con ellos. La consonante, al salir con menor fuerza, es menos audible, y al disponer de menos aire, se articula durante muy poco tiempo, de ahí que necesite el apoyo de una vocal para sonar clara y fuerte, aunque en realidad es la sílaba entera, y su centro silábico, la vocal, las que suenan fuerte. Dicho con otras palabras, no se puede gritar con una p, pero sí con una pa, por ejemplo. Al sonar con la ayuda de una vocal, los griegos dieron a estos sonidos el nombre de consonantes, σύμφωνα, adjetivo que significa "que suena (φων-) con (συν-)". Los romanos lo tradujeron como consonantes (litterae) "(letras) que suenan (sonare) con (con-)". Por cierto, el hecho de que los griegos no hablaran de sonidos sino de lo que veían, letras (en latín litterae, femenino, calcando el griego στοιχεῖα, neutro), explica que actualmente digamos las vocales y las consonantes, en femenino, en lugar de los (sonidos) vocales y los (sonidos) consonantes.

Las lenguas europeas mantuvieron estas denominaciones grecolatinas: gr. mod. φωνήεντα / σύμφωνα, it. vocali / consonanti, ing. vowels / consonants, fr. voyelles / consonnes, al. Vokale y (calco semántico) Selbslaute ("que suenan por sí mismas") / Konsonanten y (calco semántico) Mitlaute ("que suenan con").

 

miércoles, 13 de diciembre de 2023

EL AULA: EL PATIO

Algo parecido a lo que sucede con la palabra cliente, que a lo largo de la historia ha invertido en cierto modo su significado ("el que recibe dinero" > "el que paga"), pasó con el término aula, que actualmente designa la sala donde se imparten clases en los centros docentes, cuando en su origen se refería al patio. La historia es la siguiente.

En griego existía una palabra, αὐλή, que designaba la parte de una casa o palacio que estaba provista de paredes, pero no de techo, es decir, el patio, y también, por sinécdoque del género por la especie, la destinada a guardar animales, esto es, el corral. A partir de ahí, por sinécdoque de la parte por el todo, terminó significando palacio, es decir, una mansión provista de uno o varios patios, igualmente llamada corte (término que, por cierto, también procede de una palabra, cohors, cohortis, latina, que significaba "patio"). De aquí deriva αὐλικός -ή -όν "palaciego", "cortesano" (de donde el castellano áulico -a), y por otro lado, el verbo denominativo αὐλίζομαι "estar recogido en el corral", dicho de los animales, y, por sinécdoque de la especie por el género, "pasar la noche al raso", dicho también de las personas que vivaquean.

El latín, en la Edad Antigua, adoptó esta palabra griega bajo la forma aula, con sus dos acepciones principales heredadas.

Posteriormente, en la Edad Media, esta palabra, ya latina, por la sinécdoque opuesta a la inicial, es decir, del todo por la parte, terminó designando de nuevo una parte del palacio, una de sus salas

Finalmente, en una fecha que me falta por averiguar (presumo que el siglo XIX: ni Corominas ni otros diccionarios dicen nada al respecto), en lenguas derivadas del latín como el castellano y el italiano, y por sinécdoque del género por la especie, aula se especializó como sala destinada a la enseñanza (en el DRAE se documenta todavía, como segunda y última acepción, dentro de la lengua poética, el significado originario).






domingo, 10 de diciembre de 2023

POLISEMIA DE CLIENTES

Todos conocemos la acepción política del término cliente en la actualidad: el clientelismo, el sistema clientelar en que sigue fundamentándose la sociedad. En resumidas cuentas, consiste en el intercambio de favores entre el gobernante y los gobernados: estos reciben pagas de aquél y le venden sus votos. Nada nuevo bajo el sol: suffragia vendimus afirma JUVENAL. Pero ¿cómo ha pasado esta palabra, cliente, a significar lo que normalmente entendemos por tal, es decir, "comprador", "consumidor", "pagador de un servicio"?

En la Roma antigua, el trabajo era visto como una deshonra, debido a que era un actividad servil, en principio reservada a los esclavos. Por eso, muchos plebeyos, para no tener que trabajar, visitaban la casa (domus) de un patricio, convirtiéndose literalmente en sus seguidores, c l i e n t ē s : conferían prestigio al patricio, quien se inflaba al ver su casa llena de "amigos" y, sobre todo, al ver que sus rivales los veían; además, le seguían por las calles, acrecentando sus ínfulas (fastūs); y, por último, pero no en último lugar, les votaban en las elecciones. A cambio, el patricio "regalaba" al cliente ayuda económica, generalmente, una cestita, sportula, llena de comida y monedas de escaso valor (quadrantēs). En definitiva, se establecía una relación, llamada en latín c l i e n t ē l a , de reciprocidad asimétrica, en la que el cliente juraba fidelidad (fĭdēs) al patricio y éste le daba protección en un mundo hostil donde cada plebeyo se encontraba solo y desamparado. El patricio hacía, pues, de padre protector, lo que en latín se decía p a t r ō n u s (derivado de pater, patris). Esta palabra, patrono, por sinécdoque del género por la especie, terminó designando al abogado, precisamente una de las ayudas, de carácter económico y al mismo tiempo jurídico, que el patrono prestaba al cliente.

 

Mucho después, en la Europa moderna, la palabra cliente (it. cliente, fr. client, ing. client) terminó restringiendo, de nuevo por sinécdoque del género por la especie, su significado, designando en particular al defendido o protegido de un abogado. Finalmente, por la sinécdoque contraria, amplió su semema, y actualmente se usa para designar a cualquier cliente de cualquier profesional, empresa, tienda. De este modo, el cliente, que antiguamente era el que recibía dinero, ha pasado a ser el que lo da.

domingo, 5 de noviembre de 2023

ETIMOLOGÍA DE "POSITIVO -A"

 
 
¿Qué tiene que ver el adjetivo positivo -a con el verbo poner? ¿Por qué un resultado o una actitud son positivos?

Veo que en ninguna parte, ni en la red ni en los diccionarios etimológicos, de griego, latín o lenguas modernas, se explica ni de lejos esta etimología (sólo se acerca este de inglés, pero es confuso, principalmente en la evolución histórica, y ante todo pasa del griego, que es la fuente de toda esta cuestión). Los diccionarios bilingües de griego o de latín tampoco siguen el rastro de la evolución semántica, y empiezan por el final (es decir, no siguen la diacronía del término y no explican sus metonimias o sinécdoques, que son la base del cambio semántico).

La historia de la palabra es la siguiente. El adjetivo castellano positivo -a (también fr. positive, ing. positive, al. positiv) es un préstamo del latín positīvus -a -um, que se aplicaba a aquello que es convencional, establecido, puesto (posĭtus -a -um, participio de ponĕre "poner", "establecer") por el ser humano, en oposición a lo natural (nātūrālis -e), a lo que brota o nace (nāscitur). En esto el latín calca o sigue el mismo camino que el griego antiguo: θετικός -ή -όν se aplicaba a lo convencional o arbitrario, a lo θετόν "puesto", "establecido" (adjetivo verbal de τίθημι "poner", "establecer"), por oposición a lo natural (φυσικός -ή -όν), a lo que brota o nace (φύεται). Así, positivo es el derecho creado por el ser humano (ius positivum), en oposición al supuesto derecho natural (ius naturale). En griego moderno derecho positivo se dice θετικό δίκαιο

A partir de aquí se produce una sinécdoque de la especie por el género: lo positivo es lo promulgado o vigente, en oposición a lo natural (acepción octava del DRAE), es decir, lo real, lo que existe, por ejemplo, un número, en contraposición al cero o al número negativo (acepción sexta de la RAE), pero en general cualquier cosa: positivo θετικό es lo efectivo, lo cierto, que implica la existencia de algo, por ejemplo, un resultado de un análisis médico o control de alcoholemia.

De aquí deriva, por hipálage, la expresión ciencias positivas / θετικές επιστήμες, que tienen por objeto de estudio los hechos o conceptos reales, cuya existencia no ofrece dudas, por oposición a las disciplinas metafísicas.

Por otra vía, a saber, una sinécdoque del género por la especie, positivo -a se convierte en sinónimo de afirmativo -a "que afirma la realidad", "que asevera", en oposición a lo negativo "que niega la realidad", negatīvus -a -um : ἀρνητικός -ή -όν, es decir, que se niega a la espera de una demostración (e. gr. ἀρνητικὰς φαντασίας; la demostración corresponde al que afirma). Finalmente, de nuevo por sinécdoque del género por la especie, positivo -a se aplica a la persona que afirma o acepta la realidad, al asertivo, al que enuncia asertos, es decir, al optimista y su actitud: αισιόδοξος -η -ο. Esta acepción es la más común y popular, y la primera en los diccionarios de lenguas modernas, pero en realidad es la última, la más reciente.