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domingo, 11 de diciembre de 2011

REAL MADRID 1 - BARÇA 3: EL DESPERTAR DEL GLAMOUR

Todos aquellos que aseguraban que esta temporada el Real Madrid estaba más en forma que el Barça, queriendo decir que era mejor, se han quedado sin argumentos.


Una vez más, y ya he perdido la cuenta, se ha hecho patente que el Madrid está donde está, el primero en la clasificación, sólo porque los demás equipos de la Liga y la mayoría de los extranjeros le permiten vivir un sueño en el que se ve grande. Y lo es. Pero es pequeño al lado del Barça: al juego cerebral, paciente y fiel a su estilo de los azulgranas, a la increíble calidad de magos como Iniesta, el Madrid sólo ha sabido oponer su técnica habitual, el patadón palante, las entradas duras y los gestos histriónicos del pirómano Mou.


A los madridistas les queda al menos un consuelo: haberle metido un gol al Barça en el Santiago Bernabéu gracias a un error garrafal de Valdés. Todo lo demás es cruda realidad, la realidad que se encuentra un equipo glamouroso al despertar de un sueño en el que se evadía de ella.

martes, 30 de noviembre de 2010

DIFÍCIL DE DIGERIR

Como el Madrid, ayer Mourinho fue otro: le faltó sinceridad. Su derrota sí fue humillante. Durante los próximos días, a medida que vayan superando el shock, los madridistas se debatirán cabizbajos entre la impotencia y las falsas justificaciones. Ayer, nada más acabar el partido, su único sentimiento fue la humillación, en el sentido originario de esta palabra: bajaron de las nubes y tocaron el suelo.


Las nubes a las que les habían aupado el golpe de cheque, la prensa incondicionalmnte adepta y, sobre todo, el fútbol pedestre de los restantes dieciocho equipos-comparsa de Primera División, los que se achantan ante el glamour del Madrid, permitiéndole estar por delante del Barça hasta que se enfrenta con éste. En ese momento, se vienen abajo toda su megalomanía, todo su señorío y, lo que más nos interesa, todo su juego.

Y es que ayer, como en los cuatro clásicos precedentes, el Madrid volvió a parecer un pelele en manos del Barça, y no tanto por haber encajado cinco goles, ya que ese resultado suele darse entre ellos cuando uno de los dos queda roto y a merced del otro. El problema del Madrid, como dije hace poco, es que su estilo, con Juande, Pellegrini o Mourinho, sigue siendo inservible para doblegar el juego del Barça y, probablemente, de un Chelsea, un Manchester o un Inter. La improvisación, el patadón "palante" y las bicicletas de Cristiano nada pueden contra el juego solidario, ágil y cerebral de un conjunto maduro, que confía en su proyecto pase lo que pase y cree en el trabajo a largo plazo.


Eso es lo que más duele a la afición madridista, al Marca y al As: el no poder escudarse en el árbitro, en Messi ni en el Camp Nou. Si dicen que es mejor perder una vez por 5 que cinco veces por 1, es porque saben que su única posibilidad de alzar la Copa de la Liga pasa por esperar a que el Barça pierda con alguno de los otros 19 gallitos.

Porque ayer el Madrid fue un gallito, a falta de nada mejor que ofrecer. Los empujones de Carvalho, Cristiano y Ramos, con sus consiguientes tanganas, son el testimonio más elocuente de esa impotencia y su mal perder. El mal genio te viene cuando te sabes perdedor y cuando sospechas que en el partido de vuelta, arropado por 90.000 seguidores, la historia se repetirá, pero con más bochorno todavía.


Hasta entonces, todo volverá a la rutina: después de un par de noches sin dormir, el Madrid goleará al Valencia, y luego al siguiente a domicilio, y así sucesivamente, ensoberbeciéndose de nuevo en su fiebre de glamour hasta que el Barça vuelva a bajarle los humos, a ponerle ante sus ojos ese espejo en el que ve reflejada su condición de equipo ramplón, bronco, mal perdedor, mortal. Esta dura realidad es la que los madridistas se niegan a aceptar, porque sus derrotas ante el Barça no son precisamente fáciles de digerir.


sábado, 27 de noviembre de 2010

PERIODISMO DE FIAR

El que quiera encontrar un periódico deportivo serio, al margen de partidismos y manipulaciones, lo tiene fácil: apúntese al Marca.


domingo, 12 de septiembre de 2010

LA HORA DEL TRIUNFO

Aprovechando que mi amigo José Miguel ha publicado un extenso comentario a mi entrada Aquí no vale todo, pongo el enlace de un artículo de Óscar Martínez en El País Semanal que aborda el tema del fútbol y su relación con la épica. Las coincidencias entre su escrito y el mío son a veces sorprendentes, sin contar con que él también es profesor de Griego.

miércoles, 28 de abril de 2010

AQUÍ NO VALE TODO

Ayer me preguntaron por enésima vez cómo podía pasar tan alegremente de algo tan "elevado" como la literatura a una cosa tan "vulgar" como el fútbol. Siempre me había ahorrado la respuesta, porque no hubiera sido precisamente breve, así que me he decidido a dejarla por escrito para la próxima vez que me pregunten.

El fútbol me gusta precisamente por lo contrario de lo que suelen decir de él: porque no es sólo un juego. Si sólo fuera eso, tendría el mismo éxito que una partida de petanca o de chapas.



No existe otro espectáculo que reúna una o dos veces cada semana en una sola ciudad a más de ochenta mil personas o que siente frente a la tele simultáneamente a cientos de millones de espectadores. Cierto es que otro tipo de espectáculos decadentes como Eurovisión y demás telebasura también congregan a las masas, pero en mi opinión lo consiguen por ese apetito por lo grotesco que con más o menos disimulo anida en todos nosotros: no conozco a nadie que no se corte a la hora de comentar, en un ambiente de cierto nivel, la actuación de este cantante moña o el argumento de aquella telenovela plasta.





Sin embargo, cuando se trata de fútbol, hay como cierto asentimiento tácito de que estamos ante una actividad de cierto fuste. Dentro del terreno de juego, las frivolidades que en los sectores rosas de la población rodeaban a ciertos jugadores y entrenadores mediáticos terminan dejando paso a los rostros tensos y concentrados, a las miradas intimidatorias, al rotulador sobre la libreta, al cálculo, a la inteligencia. Es exactamente el mismo ritual que hasta hace unas décadas precedía a las batallas.

El fútbol ha venido a sustituir a la guerra y, si alguien cree que exagero, que eche un vistazo a toda su fraseología: preparativos, enfrentamiento, lucha, ataque, defensa, armas, contrario, disparo, lanzamiento, barrera, obús, cañonazo, estrategia, táctica, destrucción, victoria, derrota, baja, perdón, salvación. Cualquiera puede pensar que son palabras, nada más, y que los redobles de tambor que escuchamos en las sintonías deportivas son sólo una evocación jocosa del cine épico. Yo prefiero pensar que el lenguaje siempre nos delata, que la música enardece igual que amansa y que estas caras son las mismas que pone el gorila que defiende su territorio o el soldado que se apunta un tanto:





Pero no ha venido a sustituirla como hicieron y hacen otras clases de espectáculos. Antaño, cuando la guerra faltaba, ese vacío se llenaba echando al prójimo a los leones o achicharrándolo en la Plaza Mayor, y todavía hoy mucha gente aburrida se entretiene viendo cómo dos gallos se desgarran a picotazos o unos tipos con trajes ceñidos acribillan a un toro hasta la muerte. Pero afortunadamente, la mayoría de los humanos nos hemos vuelto lo suficientemente civilizados como para descargar adrenalina sin necesidad de recurrir al derramamiento de sangre. Y la descarga es necesaria, si no quieres convertir tu vida en una especie de sándwich de pepino.

El fútbol, como la guerra, pone a prueba la capacidad de superación del hombre, llevándolo al límite de su resistencia física, haciéndole añicos músculos, cartílagos y huesos. Pero, a diferencia de lo que sucede en la guerra, aquí no vale todo. Existen unas reglas que cumplir, que ambos bandos se comprometen a acatar: vencerá aquél que consiga introducir más veces el balón entre los tres palos de la portería contraria, recurriendo a todas las armas de que disponga (pase, triangulación, entrada por banda, salto, amago, quiebro, regate, bicicleta, remate, disparo de lejos, vaselina, chilena, ruleta, taconazo, presión, robo, posesión prolongada, contraataque), quedando prohibido el toque del balón con las manos excepto para el portero y los saques de banda, así como los agarrones, las zancadillas, las patadas, los codazos y otras acciones violentas; el jugador que opte por incurrir en estas transgresiones puede ser penalizado con una advertencia y, a la segunda, debe abandonar el terreno de juego, dejando a su equipo en inferioridad numérica.


Al final, el equipo que haya conseguido aquel único objetivo, habrá acreditado ser el mejor. En un mundo en el que la mayoría de la gente aspira como máximo a competir por ver quién bebe más o se desparrama más horas en el sofá para ver cómodas mentiras en la caja tonta mientras se atiborra de chocolate; en un mundo en el que los aprobados se regalan a mansalva, sobre todo en las rebajas de junio, incluso a los alumnos que apenas han asomado la cabeza por el aula, ya que los angelitos estaban demasiado ocupados haciendo nada; en un mundo en el que se mira como a un bicho raro al que pone ilusión, cumple y se esfuerza, mientras se mima ñoñamente al que gime, hace trampa y zanganea; en un mundo, en fin, donde la ley del mínimo esfuerzo, el qué más da y el como sea se han convertido en sacramentos, ¿existe algo más noble y loable que el fútbol?