domingo, 9 de agosto de 2015

MIEDO O PENA, DIOSES O MORTALES

Como afirma Walter F. Otto en Los dioses de Grecia, la religión griega se caracteriza por el naturalismo y, más que el antropomorfismo, el teomorfismo. A diferencia de judíos, persas y otros pueblos que pedían manifestaciones sobrenaturales para creer, los griegos sentían que lo divino se manifiesta en cualquier hecho natural, ante el que sentían incomprensión y, por tanto, temor (θάμβος): la luz, el día, las tinieblas, la noche, la lluvia, el trueno... y, como culminación de la Naturaleza, los fenómenos que constituyen todo lo humano: el miedo, la ira, el amor, la risa, la alegría ("pues reconocer a los seres queridos, eso también es un dios", dice Eurípides)... la belleza, la juventud, el poder, la guerra, la eternidad. Los dioses son la destilación de estos fenómenos naturales, la instantánea con la que queremos atraparlos, detendiendo el tiempo, el devenir que a nosotros nos envejece y hace caducos, mortales, desgraciados, penosos. Un ejemplo perfecto de esa dualidad humana, divina y mortal, es el de Amparo Muñoz: pasó de dar miedo a dar pena.