Los discípulos de Jung han comparado las sirenas griegas con las Lorelei germanas y las hadas en general, que simbolizan la ilusión destructiva. Aducen como ejemplo un cuento siberiano sobre un cazador solitario que ve una hermosa mujer saliendo de un profundo bosque, al otro lado del río. Ella le saluda con la mano y promete, cantando, que lo besará. Él al fin se quita la ropa y cruza el río a nado pero, de repente, ella adquiere la forma de búho y remonta el vuelo, riendo y mofándose de él. Cuando el cazador trata de cruzar otra vez el río para recuperar su ropa, se hunde en el agua fría. En este cuento, la mujer “simboliza un irreal sueño de amor, felicidad y calor maternal (su nido), un sueño que atrae a los hombres alejándolos de la realidad. El cazador se hunde porque corre tras una anhelada fantasía que no podía satisfacerse” (M. L. Von Franz, en C. JUNG, El hombre y sus símbolos, pág. 181).
Una sirena que se ha adentrado en un huerto cae sobre un campesino para copular con él... antes de devorarlo.
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